Querida
Cassandra:
He
leído tus historias anteriores y ambas han estado relacionadas al destino y a cómo
uno interviene en él. En este caso, estoy enviando mi historia esperando ser
escogida ya que ella simboliza como personas como tú, pueden realmente
cambiarle la vida a uno y ponerle una sonrisa.
Desde
muy pequeña viví en una casa muy grande y solitaria. Papá y mamá eran dos
personas de caracteres muy apacibles, yo podría decir que hasta algo tristes.
Pero ellos veían en mi, la ilusión y la alegría, pues volcaban hacia mi
persona todo el amor que podían concentrar en la única hija que habían
tenido.
A
pesar de estar llena de tanto amor, mi niñez no fue totalmente feliz ya que yo
me sentía muy sola, pues no tenía un hermano o hermana con quien jugar y ni
siquiera primos como suelen haber en todas las familias.
Mi
padre tenía en su mirar una tristeza lejana, que nunca llegué a comprender
hasta el final de la historia que estoy contando. Mi madre, sólo se dedicaba a
coser y hacerme vestidos nuevos y a colocar en mis cabellos, largas cintas de
colores.
Quizás
la personalidad de mis padres, influyó mucho para que yo creciese como una
niña, una adolescente y una mujer muy tímida y solitaria. Me dediqué a
profundizar en los números y me convertí en un especialista auditor de la
SUNAT (Superintendencia Nacional de Administración Tributaria, en el Perú). Mi
sueldo era muy bueno, lo suficiente para ahorrar mucho y para mantener a mis
padres ya adultos.
Siempre
pregunté a mamá el porqué no fuimos una familia más grande, ella siempre con
la cabeza agachada me decía que después de mi nacimiento ya no pudo
concebir más hijos.
Como
verás Cassandra, mi vida no tenía ningún atractivo, a pesar de que todo lo
tenía, mi única compañera era la soledad y sinceramente ya la estaba
empezando a odiar.
Por
lo mismo que fui criada de esa manera, nunca permití que ningún muchacho se me
acercara, incluso cuando muchas veces me sentí realmente atraída por alguno de
ellos, mi timidez era ya enfermiza y los alejaba.
Fue
así, que un día escuché conversar a mis compañeras de trabajo, sobre una
vidente la cual les había acertado con sus pronósticos a todas mis amigas. Yo
les expliqué que estas cosas realmente no existen y que seguro ella con su psicología les adivinaba el porvenir. La verdad es que todas me dijeron
que
eso era imposible ya que la mencionada vidente, no preguntaba nada al llegar a
su consulta y tomando una prenda, generalmente un reloj, recorría la vida de
sus clientes, detallando situaciones que para ellas eran asombrosas.
No
te puedo negar que la curiosidad me invadió, más aún siendo mi soledad tan
grande, que al menos quería saber, si algo había de cierto en esto, ¿Qué
me deparaba el destino en el amor?. Si es que iba a encontrar a alguien que
llenase este gran vacío.
Cassandra,
efectivamente llegué a la consulta de la parasicóloga, solamente me saludó y
cogiendo mi reloj con los ojos cerrados me describió a la perfección mi
personalidad, incluso me aseveró a que yo me dedicaba a los números, he hizo
gran hincapié a la soledad que yo sentía. Pero justo en el momento en que
hablaba de esa profunda tristeza mía hizo un gran silencio como si quisiese
callar algo, de allí continúo con sus aciertos, luego abrió los ojos, volteó
y mirándome fijamente, me preguntó si yo era la persona que había descrito.
La verdad yo quede asombrada por todo y le dije que sí, que yo era esa persona y todo
lo que había hablado de mí era real, pero quería que me dijese porque había
hecho ese silencio.
Ella
me cogió las manos y me dijo que a veces no sabía si debía hablar o callar
algunas cosas que ella visualizaba. Yo le pedí por favor que me dijese lo que
había visto.
Con
ese mirar profundo, muy místico y una voz muy susurrante me dijo: - “El
vientre que te dio la vida, no es el mismo del regazo que te dio el amor”.
Yo
desconcertada le pregunté que a qué se refería con esas frases.
Nuevamente
hizo silencio, tomó aire y decidió hablar: - “Mira hija, la madre que tú
tienes no es la que te trajo a la vida, la que vida te dio ya no es de este
mundo; en tus ojos hay el espejo de otros ojos que lucen igual a los tuyos así
como la de tu larga cabellera. Son exactamente iguales y el verdadero amor,
también está muy cerca del reflejo de ese espejo de vida”.
Le
pedí que fuese más precisa y ella se negó diciéndome que no siempre el tener la verdad en las manos le daba licencia a develar
secretos que estaban escondidos y que sí yo quería toda la verdad la iba
encontrar en los labios de la persona que debía decirla.
Yo
ya no quise saber nada más, me retiré de la consulta agradeciéndole por sus
palabras y fui a casa.
Cuando
llegué miré a papá y a mamá en sus rutinarias labores, mi papá leyendo
siempre la última página de un libro, que parecía nunca acabar, allí creo
que recorría su vida y no cerraba la última hoja, para refugiarse en sus
pensamientos y no terminarlos; mamá cosiendo, recordando esa escena a la de la
eterna Penélope.
Subí
las escaleras y por primera vez me atreví a buscar en los cajones de mamá,
encontré un álbum, en ella estaban ambos abrazados, mi mamá con un discreto
vestido blanco y un ramillete de
novia sencillo; luego de ella había otras en que estaban juntos en un campo y
de allí habían muchas fotos mías, bebita en brazos de mamá. ¡Valla, la
adivina había fallado!, ya que sí, tenía fotos de bebita con mamá. No entendí
como pude dudar de la maternidad de mi madre con el gran amor que me había
dado.
Ya
de inercia seguí viendo el álbum y note en él
un singular detalle, que la ropa que vestían en las fotos que ellos tenían
en la luna de miel, se repetían en algunas de las que ellos me tomaban en sus
brazos; a lo igual que sus facciones
no parecían haber pasado el tiempo, ¡No entendía nada!, tiré todo y me fui
corriendo a mi habitación, luego sentí unos pasos apresurados que subían las
escaleras, yo me eché a mi cama y me puse a mirar el techo desconcertada y con
esa soledad que siempre me caracterizaba.
Luego
vi que los dos habrían la puerta de mi habitación y se acercaban cada uno a
cada costado de mi cama.
Mis
ojos inundados de lágrimas los miraba avergonzados y les decía que me
disculpasen. Les conté la experiencia con la vidente y les pedí disculpas.
Conforme yo hacía el relato; ellos se miraban el uno al otro y sus caras
empalidecían. Mamá luego con la ternura de siempre con un pañuelo, limpió
mis lágrimas y dijo: -Rosalía,
nosotros pensamos que íbamos a morir con este secreto, pero si una desconocida
lo ha puesto al descubierto, es por que detrás de esto hay un mensaje; ya que
ella no forma parte de ese pasado y no tendría ningún interés en develar algo
que ella no ha sido partícipe.
En
eso papá cambió esa mirada que siempre parecía perdida en la lejanía y me
dijo: Hace 27 años atrás hubo una pareja que tuvieron dos hermosas niñas, eran
ambas muy bellas y hermosas, ambas eran el espejo de la otra. Al momento de dar
a luz la madre de las pequeñas agarró una fuerte infección, ya que no le habían
retirado la placenta por completo y una terrible septicemia acabó con la vida
de aquella mujer. El padre desconsolado había perdido a la mujer que amaba y se
había quedado solo con sus dos recién nacidas, él creyó enloquecer y se sumió
en la depresión más terrible, olvidándose incluso de que esas niñas tenían
que ser atendidas.
La
hermana de la madre difunta, se llevó a la mayor de las gemelas, a la que había
nacido primero y dijo que ella la criaría. La tía de las niñas se había
casado con un Norteamericano. Ellos podrían hacerse cargo de
la niña y tener las ventajas que no podría tener en su posición de huérfana.
Con toda la tristeza del mundo el padre la dejó partir lejos e intentó
abocarse a la hija que le quedaba, tratando de llevar el trabajo y el cuidado de
la pequeña. En esa época la gente era diferente. En la empresa en que
laboraba, había una guardería así que la pequeñita se quedaba allí hasta el
termino de las labores diarias. Ya muchos le habían agarrado cariño, en
especial una joven que todas las tardes durante dos meses en vez de almorzar se
dedicaba a cargar a la niña y jugar con ella. El viudo trato de conocer quien
era la que miraba con tantas ansias a su hija y descubrió que aquella joven
también trabajaba para la empresa; ella si
lo conocía muy bien pero el nunca se había fijado en ella hasta ese
entonces. Ella le refirió que era soltera y que le encantaba los niños.
Todos
los días se daba el encuentro de los tres, hasta que un día la jovencita le
dijo que ella siempre lo había mirado con otros ojos, pero
sabía que era casado y nunca se le había acercado; así mismo le confesó
que su mayor tristeza era la que jamás podría ser mamá y que si él quería
ella podría ser la madre que necesitaba su hija. Como verás Rosalía, esta
jovencita es la madre que te crío y ese viudo solitario soy yo.
Cassandra,
en ese momento yo rompí en llanto y los abracé fuertemente y sentí que los
amaba más que nunca y agradecí haber conocido la verdad ya que los tres nos
habríamos librado de ese manto de soledad que nos había cubierto a todos por
haber callado una verdad.
En
el momento de saber aquel secreto, les pedí por favor que me hablasen de mi
hermana, ¿Si ella vivía y dónde estaba?.
Cassandra,
ella, ya tenía conocimiento de mi existencia y siempre quiso conocerme, pero
por respeto al secreto de mi madre, todos callaron y
nos mantuvieron alejadas.
En
el mes de septiembre viajé a los EE.UU., para reencontrarnos en la vida, ella
era lo que la adivina dijo: “Mi espejo”. Cuando la vi y
compartimos juntas muchas cosas comprendí el significado de sus vaticinios, ya
que ella refirió que el amor estaba muy cerca de aquel espejo, pues realmente
fue así, no sólo encontré el amor de mi hermana, sino que también en una
reunión que realizó para presentarme a sus amistades conocí a Michel, un lindo
muchacho que me ha declarado su amor, y que estas fiestas de año nuevo los voy a pasar con ellos,
con mi nueva vida y con mis
papás que también vendrán. Soy muy feliz y agradezco a las
personas como Uds. que en este caso sus sabias palabras me hicieron encontrar mi
pasado, mi futuro y también mi felicidad, diciéndole por fin adiós a la ¡Soledad!.
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